"Soledad, es tan tierna como la amapola, que vivió siempre en el trigo sola, sin necesidad de nadie..." sonaba a lo lejos. La letra de la canción de SOLEDAD, de Emilio José, llegaba a mis oÃdos, como si los ángeles del cielo, la tocarán para mÃ.
SentÃa, una vez más, que a pesar de experimentar ese vacÃo emocional y el desconsuelo, que sentÃa mi alma, estos seres de luz, me decÃan "yo te quiero asÃ, distinta, porque eres sincera, natural como el agua que llega..."
Esta melodÃa, no por azar, me traÃa un mensaje. Este, era el lenguaje de Dios, para decirme que todo estaba bien. Era la manera de enviarme sus señales y recordarme, una vez más, que mi episodio personal, la tragicomedia que experimentaba mi alma, no tenÃa sentido, porque algo más fuerte, más poderoso, me estaba mostrando el camino. Una vez más, lo que podrÃa entender como una derrota, no era más que una lección, el aprendizaje, que me fortalecÃa para luchar con más fuerza, por lo que creÃa y habÃa construido.
En ese preciso instante, volvà a comprender que los encuentros no son casuales, que hay mensajes aptos y no aptos para ciertos públicos. Mejor dicho, solo es posible llegar a almas libres, no esclavas de la mentira, del juego sin sentido de esta vida, cuando uno se vacÃa del ego y fluye como el agua de un rÃo, sin miedo, sin pensar en cuál es el final. Es difÃcil comulgar con una realidad, llena de máscaras, roles y prejuicios. Incluso, yo, habÃa entrado en ese juego absurdo, por lo que tenÃa que intentarlo de nuevo.
Era el momento de agradecer a la vida por el acompañamiento divino, la mejor aspirina para la soledad emocional. Los seres de luz, en otra dimensión, en otro espacio, pero, capaces de mover todo a su antojo; me regalaron una canción. Me mostraban el camino con sus propias arpas, trompetas, campanas y violines. Me sentà tranquila, e incluso, victoriosa, porque Dios estaba conmigo; ahÃ, cuando más necesitaba un apoyo, una muleta para seguir avanzando, y un hombro, en el que consolarme.
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